Si hace 20 años nos hubieran dicho que podríamos jugar sin gastar dinero no lo hubiéramos creído y, sin embargo, hoy por hoy hay una buena cantidad de títulos de ordenador, consola y -sobre todo- de móvil Free to Play (F2P) que no cuesta nada descargar e instalar… pero, en realidad, no son gratis; todos ellos tienen anuncios o micropagos de objetos dentro del juego. También hay MMO que son F2P hasta que el jugador llega a un cierto nivel en el que, si quiere seguir jugando, debe pagar una suscripción.
Aunque parezca mentira, un juego gratuito puede llevar a gastar más dinero que uno premium (comprado a precio completo)
y eso que el porcentaje de usuarios de estos F2P que paga esas pequeñas cantidades es ínfimo, se calcula que es inferior al 2{1652f8f26d4d52883b14d88a6cf64072c6a0aa61dfee327dffb13d71c22ca91a} de jugadores en el caso de los móviles (fuente: Swrve) y la mayoría de ellos paga solo una vez; en los juegos de PC rara vez se supera el 10{1652f8f26d4d52883b14d88a6cf64072c6a0aa61dfee327dffb13d71c22ca91a} de jugadores que deciden pagar. Todo depende de cómo se haya diseñado el juego y del tipo de micropagos que sean:

Micropagos por elementos estéticos
Se compra con dinero conseguido en el juego o dinero real convertido en moneda del juego distintos aspectos -skins- para los personajes, o mascotas virtuales que le acompañan pero no afectan a la jugabililidad. Su única función es diferenciar al personaje visualmente de los de otros jugadores. Se les puede criticar que sirven para establecer diferencias de status económico entre los jugadores, pero no afectan al curso del juego.

Micropagos para ahorrar tiempo
Los FTP están diseñados para que el avance del jugador sea lento e incluso a veces debe transcurrir tiempo antes de seguir jugando… a menos que compre algún objeto que agilice la subida de nivel. Por ejemplo, hay que esperar para recoger la cosecha, para jugar un nuevo nivel o para que esté preparada una poción. Estos objetos pueden concederle doble de experiencia al cumplir misiones o eliminan el tiempo de espera necesario para continuar jugando; estos objetos suelen ser temporales y de un solo uso. Los juegos que utilizan estos elementos piden al jugador o bien que invierta mucho tiempo o bien que saque la cartera.

Pay to Win
Cuando los objetos que los jugadores pueden comprar les proporcionan ventajas sobre otros jugadores la jugabilidad se ve afectada, no todos juegan en las mismas condiciones y se trata de un Pay to Win, un juego injusto. Sería, por ejemplo, cuando el juego ofrece la opción de comprar una munición especial que hace más daño que la que pueden acceder los jugadores que no pagan.
El buen Free-to-Play
Un F2P adecuado es aquel que no hace sentir a los jugadores que el hecho de pagar le sitúa en una posición ventajosa respecto a los demás jugadores, y también es importante que no agobie al jugador haciéndole sentir que, si no paga, se quedará atascado sin poder avanzar. Pagar debe ser una decisión del jugador y no una imposición del juego. De otra forma, es mejor buscar una opción más justa.
Loot boxes, cromos y otras microtransacciones
Hasta ahora nos hemos centrado en juegos que son gratuitos de partida, pero que luego cobran por acceder a diversos contenidos; pero las microtransacciones también se pueden encontrar en juegos de modelo premium, por los que ya has pagado. En algunos casos se trata de contenidos cosméticos o más o menos inocuos, un fenómeno con el que ocurre algo similar que con algún merchandising: conviene plantearse hasta qué punto es buena idea gastar dinero en algo que no aporta nada más que ser un símbolo de estatus o de pertenencia a una comunidad.

Hay otros casos bastante más problemáticos, como las loot boxes o los cromos de algunos populares juegos deportivos. En estos casos es habitual que no sepamos de antemano qué vamos a recibir: abrimos la caja o el sobre y puede tocarnos prácticamente nada o algo de mucho valor (incluso valor en dinero real, ya que hay juegos y sistemas que permiten revender lo conseguido). Se trata de una mecánica similar a la de los juegos de azar, basada en los mismos mecanismos psicológicos; algo para lo que los menores no están preparados y a lo que no deberían estar expuestos. Hasta tal punto la falta de ética de estos sistemas está en cuestión que se han convertido en un debate legal, con varios países como Holanda, y ahora España, planteándose su posible prohibición o como mínimo regular su uso. En estos casos, no existe una recomendación de uso saludable que podamos hacer para menores: simplemente es mejor evitarlos.